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martes, 23 de agosto de 2011

EL MILLONARIO MODELO

Wow, he even smelled like a beggar: >.< Pictures, Images and Photos


Hughie lo había intentado todo. Fue a la Bolsa durante seis meses; pero ¿qué podía hacer una mariposa entre animales de presa y ataque? Fue comerciante de té por espacio de unos meses más, pero pronto se cansó del tipo pekoe y del souchong. Luego trató de vender jerez seco, pero sin éxito; el jerez era demasiado seco. Y por último se dedicó a no ser nada, es decir, a ser simplemente un joven, inútil, de perfil perfecto y ninguna profesión.
Como si no fuera suficiente su desgracia, se enamoró. La muchacha que amaba se llamaba Laura Merton, hija de un coronel retirado. Ella lo adoraba y el estaba siempre dispuesto a besarle la punta de sus zapatos. Formaban la pareja más hermosa de Londres, aunque entre los dos no reunían ni un penique. El coronel sentía gran afecto por Hughie, pero no quería ni oír hablar de compromiso.-Ven a verme, hijo mio, cuando tengas diez mil libras tuyas y entonces veremos- solia decirle.

Una mañana, Hughie fue a visitar a su gran amigo Alan Trevor. Éste era pintor, un tipo raro y arisco, pecoso y con una barba roja y enmarañada. No obstante, tan pronto cogía un pincel, se transformaba en un verdadero maestro y sus cuadros eran solicitadísimos. Cuando entró al estudio aquel día se encontró a Trevor dando los últimos toques a un cuadro maravilloso, representando a un mendigo en tamaño natural. El mendigo en persona estaba de pie en una tarima en un rincón del estudio. Era un viejo consumido, con un rostro de pergamino arrugado y una expresión lastimera. Sobre sus hombros llevaba una capa parda de paño burdo, llena de desgarrones y agujeros; sus claveteados zapatones estaban llenos de parches, y con una mano se apoyaba en un garrote, mientras con la otra alargaba su deformado sombrero en actitud de pedir limosna.

- ¡Pobrecillo! - se compadeció Hughie -. ¡Qué desgraciado parece! Aunque me figuro que para vosotros los pintores su rostro representa una fortuna.

- Claro - contestó Trevor - mientras retocaba su obra de arte; no vais a desear que un mendigo tenga el aspecto feliz, ¿verdad?

Un momento después entró el criado para decir a Trevor que el hombre de los marcos quería hablar con él.

- No te marches, Hughie - le dijo antes de salir vuelvo enseguida.

El viejo mendigo aprovechó la ausencia de Trevor para sentarse un momento en un banquillo de madera que tenía detrás. Tenía un aspecto tan abatido y miserable que Hughie se compadeció de él y rebuscó en sus bolsillos para ver qué dinero tenía. Sólo encontró un soberano. «Pobrecillo - se dijo -; todavía lo necesita más que yo, aunque, claro, esto representará ir a pie durante quince días.» Y, cruzando el estudio, deslizó el soberano en la mano del mendigo.

El viejo se estremeció y una leve sonrisa iluminó sus resecos labios.

- Gracias, señor - dijo -. Gracias

Al poco rato llegó Trevor, y Hughie se despidió, un poco azorado por lo que acababa de hacer.

Pasó el día con Laura, soportó una amable regañina por su liberalidad y tuvo que volver a pie a su casa.

Aquella misma noche entró en el Palette Club alrededor de las once y se encontró a Trevor en el salón de fumar, ante un vaso de vino.

- Hola, Alan, ¿pudiste terminar el cuadro? - preguntó encendiendo un cigarrillo.

- ¡Terminado y con marco, muchacho! - contestó Trevor -. Y, a propósito, has hecho una conquista: el viejo modelo que viste se ha encariñado contigo. Tuve que contarle toda tu vida y milagros..., quién eres, dónde vives, qué renta tienes, qué proyectos, sobre Laura, tu suegro y sus exigencias.

- ¡Pero, Alan - exclamó Hughie -, de seguro que me lo encontraré esperándome en la puerta de casa! ¡Ojalá pudiera hacer algo por él! Encuentro espantoso que uno pueda llegar a ser tan desgraciado. Tengo montañas de ropa vieja en mi casa... ¿Crees que le vendría bien que se la diera? Puede que sí; lo que llevaba puesto estaba hecho trizas.

- Pero hijo mio - dijo Trevor sonriente - ese viejo mendigo, como tu le llamas, es uno de los hombres mas ricos de Europa. Podria comprar todo Londres, manana mismo, sin agotar su cuenta corriente. Tiene una casa en cada capital, come en vajilla de oro y puede impedir la Guerra de Rusia en el momento que juzgue conveniente.

- Que demonios quieres decir? - grito Hughie.

- Lo que te estoy diciendo. El viejo que has visto hoy en el studio era el baron Hausberg. Es un gran amigo mio, compra todos mis cuadros y demas hace un mes me encargo que le pintara de mendigo. Y debo decir que estaba imponente con sus andrajos, o quizas seria mejor que dijera con los mios; es un traje viejo que adquiri en Espana.

-El baron Hausberg! - gimio Hughie – Dios Santo! Y le di un soberano.

-Que le diste un soberano? Exclamo Trevor, e inmediatamente se echo a reir a carcajadas-,

-Podias habermelo advertido, Alan – protesto Hughie – en vez de dejar que me portara como un estupido.

-Nada de eso! Estaba encantado contigo y me lo dijo tan pronto te fuiste. No comprendia por que estaba tan interesado en saber lo rferente a ti, pero ahora comprendo. Invertira ese soberano en tu nombre, y todos los meses mandara los intereses y ademas tendra una historia magnifica que contar en las cenas.

A la manana siguiente mientras se desayunaba, el criado le informo que un anciano caballero con gafas de oro y cabello gris le estaba procurando.

-He venido de parte del baron Hausberg- prosiguio- para entregarle esta carta.

-Le ruego, senornor que le presente mis mas sinceras excusas- tartamudeo Hughie.

Y le ofrecio un sobre lacrado, En el sobre estaba escrito: Un regalo de boda a Hugh Erskine y a Laura Merton, de parte de un viejo mendigo, y dentro habia un cheque por diez mil libras esterlinas.

Cuando se casaron, Alan Trevor fue padrino y el baron Hausberg hizo un discurso durante la comida de bodas.

-Los modelos millonarios – observo Alan – son rarisimos, ¡pero por Jupiter!, que los millonarios sean modelos es todavía más raro.


Adapatacion:
El Millonario Modelo
Oscar Wilde

2 comentarios:

  1. Que historia Marilyn: Aunque conociendo las necesidades de Hughie uno va perfilando el final hace que se atropelle la lectura por conocer el desenlace. Solo me cabe el refran Haz un bien que recibiras cien. Un abrazo

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  2. Me paso lo mismo cuando lei este cuento del maestro, Oscar Wilde. Me parecio ameno,y de final sorprendente. Un mensaje sutil, como bien dices "haz un bien y recibiras cien". Hakuna Matata. :>}

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